El 17 de octubre de 1910 un joven estudiante de filosofía de veintitrés años llamado Carlo Michelstaedter envía por correo a la universidad de Florencia la tesi di laurea que acaba de concluir. Acto seguido, toma una pistola y termina con su vida. La tesis lleva por título La persuasión y la retórica y ha de convertirse en uno de los tratados filosóficos más importantes y enigmáticos del pensamiento italiano del siglo XX. Para Claudio Magris, Michelstaedter es la «estrella polar» de su obra. Los hombres viven pensando siempre en un futuro que nunca llega, más con el ansia de haber vivido que con la de vivir. A ello se opone la persuasión —«posesión presente de la propia vida»—, contraria a la retórica, toda esa muralla de saberes, instituciones políticas y sociales, códigos morales, etc., que el ser humano construye para diluir en ellos la propia experiencia de la vida.
«Michelstaedter desenmascara el desarrollo de la civilización, que priva al individuo de la persuasión, es decir, de la fuerza de vivir plenamente en posesión del propio presente y de la propia persona, sin consumirla a la espera de un resultado que siempre está por venir, que nunca “es”. Los hombres viven sólo “entretanto”, esperando que llegue la vida y quemándola en la espera, aguardando a –como dice la bellísima canción veneciana recogida por Michelstaedter– “que las piedras se hagan panecitos” y “que el agua se haga champaña”, y sobre todo “esperando / que llegará la hora / de irse en mala hora / para ya no esperar"».
Carlo Michelstaedter
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