Una serie sobre la libre elección de las series que todxs estamos obligadxs a ver

Julio 21, 2023

Una serie sobre la libre elección de las series que todxs estamos obligadxs a ver

Aura García-Junco

Episodio 1

La protagonista, una señora joven y aburrida, recuerda con una añoranza más que nada melancólica y principalmente rancia las horas que pasó haciendo zapping cuando era una puberta en un sillón guango en medio de la sala, frente a los limitados canales que su televisión con servicio básico de cable ofrecía. Recuerda cuando vio completa Party of Five porque era lo que había, o la genuina emoción que le traían los ocasionales maratones de F·R·I·E·N·D·S. Esas ocasiones ceremoniosas por irrepetibles en que podía tumbarse toda una tarde ante la mirada juzgona de su padre.

En sus noches de mayor desamparo, como ésta en la que se zampa un burrito de Oxxo con cerveza tibia, quiere gritar que son demasiadas series, demasiado de todo, que ya no puede más. Siente una imperiosa necesidad, y a la vez un imperioso rechazo, de consumir absolutamente todo lo que Netflix, Amazon y demás tienen que darle a su franja de edad, estrato social, hasta orientación política. Vive cada día en algo que oscila entre el miedo a perderse algo y el hastío de la obligación de elegir entre tantas opciones.

La coprotagonista, una gata negra con blanco, le rasguña la cara para comprobar si no ha entrado en una especie de coma funcional, pues su meditación a ojos abiertos dejó correr tráilers de series en YouTube, y ya lleva horas así. La protagonista reacciona ante el estímulo sangriento y ahora, en su búsqueda desesperada de «algo que ver», se embarca en el play repetitivo, como olas del mar pero menos poético, de series, mismo que nunca termina. Tantos inicios y tan pocos finales.

 

Episodio 2

Mientras hace pipí, la protagonista entra a sus redes sociales, las cinco al mismo tiempo, y se encuentra con que todxs, es decir el pequeño y sesgado grupo de personas que parecen ser todxs, están hablando de las mismas series. A veces éstas coinciden con la generalidad de lo que los delatores letreros de las plataformas (la serie más vista en Shangai, México, Teotitlán, etc.) señalan; otras tantas se nota claramente que es un target preciso, por ejemplo, feministlán, las que las llevó a sus feeds. La protagonista se pregunta por qué o cómo es posible ver tantas cosas, cómo le hacen quienes comentan sobre cada serie que sale, de dónde sacan el tiempo libre y, especialmente, la paciencia. La gata por su parte se da cuenta de que quizás este es un capítulo de relleno y ni siquiera se esfuerza en ser hermosa, duerme afuera de la puerta del baño a ver a qué horas. Esto de vigilar humanas no es cosa fácil.

Episodio 3

Mientras la protagonista languidece al final del día con un té de manzanilla y un mango enchilado, la gata prende la computadora al pasar desconsideradamente por encima de todas las partes sensibles de la máquina. Hace lo mismo con el proyector cuando su patita peluda tira su control «por accidente».

La protagonista descubre sorprendida que Netflix acaba de solucionar todos sus problemas y ahora elige una serie justo para ella. No da opciones, solo play en automático. Gloria al espíritu santo, alabado sea satanás, no más primeros capítulos que no cuajen. La serie es perfecta: los personajes no son arquetipos, no todos los vatos son malos ni todas las mujeres buenas, son ingeniosos pero sin pasarse, todxs sin excepción le parecen atractivxs por algo, no son ricos y no hay una sola mención a una nana en toda la serie. Hermoso y perfecto.

Episodio 4

Luego de varios días viendo lo que Netflix le da peladito y en la boca, la protagonista empieza a notar un patrón: todas las series se parecen entre sí, pero tienen unas pocas variaciones estrafalarias que pretenden darles un estilo único. La pregunta es si el mundo fuera de su algoritmo es así o si el algoritmo se comenzó a autoalimentar anulando la posibilidad de más mundo que él mismo. La gata, mientras tanto, la alimenta, ya que la protagonista no parece estar dispuesta a pararse por segundo día consecutivo, ensimismada como está en reflexiones tan ensimismadas como su algoritmo. Casi amorosamente, la gata le hace papilla de manzana mientras ve con algo que se podría parecer a la preocupación si no se tratara de una especie sociópata.

Está en esas de preguntarse si mejor se muda con algúnx otrx detestable miembrx de la raza humana, cuando la protagonista se estira felinamente y se arrastra hacia el librero. Se ha acordado de que hay un libro que viene muy a cuento con algo que ya lleva rato rebotándole en la cabeza, entre la ingesta televisiva. En la novela Quality Land, de Marc-Uwe Kling, que por cierto pronto será una serie, el algoritmo de la aplicación obligatoria para obtener pareja te la asigna después de un ponderado cruce de datos. Si quieres salir con tus amigxs, el lugar exacto para su nivel socioeconómico y gusto está dispuesto, y es ahí y solo ahí a donde debes ir. Un mundo hecho a tu medida, para ti, con todo lo que tú eres… al menos según el algoritmo. Curiosamente, ese gusto, que ya ha sido escrito no en piedra sino en ceros y unos, se vuelve obligatorio. El protagonista, Peter Sinempleo, está en una carrera discreta por rescatar lo roto y moverse en un mundo que le ha dado un puntaje tan bajo a su existencia que sus opciones (las que él «quiere») solo le permiten vivir estático y controlado.

 

Episodio 5

La protagonista quita una plaga blanca e insistente de sus plantas de interior. El algodoncillo, ese demonio alergénico, se le mete en la nariz y la condena a una tarde de estornudos. Se propone salir a caminar para bajarse la picazón, pero no encuentra las llaves. La gata mira cómo tira objetos variados para buscarlas, sin delatar que debajo de su trasero felposo yacen, deliberadamente, las mencionadas llaves. La protagonista abandona la búsqueda, invadida por la alergia y, mientras yace con la garganta medio cerrada, alimenta fantasías paranoides orwellianas que cada vez le parecen más reales. Se acuerda cuando un científico especialista en evolución hablaba de que lxs humanxs no tenemos ni puta idea, con perdón del espectador, de cómo esta forma de relacionarnos con la tecnología en la que se nos brinda opciones «personalizadas», pero no razonadas (por nosotrxs), devendrá en el futuro. Mientras la gata le mete papilla por la boca y observa cómo se le escurre la mitad, la protagonista se preocupa por la libertad de elección y, a la vez, por la fatiga que elegir causa. No encuentra cómo solucionar las dos fuerzas que la jalan a distintos lados: su hueva, razonable, de elegir entre mil opciones, y su pánico a que las aplicaciones le tiren línea y se aliene.

Episodio 6

La protagonista toma la decisión fundamental de...

 

La escritora toma la decisión nada fundamental de apagar la serie a estas alturas, no tanto porque tema el final de la misma, como a veces le pasa, sino porque le pareció aburrida. Ni siquiera la actuación de la gata la convence. Seguramente habrá otras muchas opciones, y si empieza ahora mismo, a las 8:39 p.m., sin duda por ahí de las 10 ya habrá podido elegir alguna otra serie a la que darle play para ver un capítulo o dos, por si esta sí es la buena y si no, de perdida, por si con esos dos ya encuentra de qué quejarse.

Ilustración de David Baltazar

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