Where you been

Abril 19, 2023

 

Por Wenceslao Bruciaga

Mascotas pervertidas: el regreso de Porno for Pyros

Una de las pervertidas enterezas para crear Porno for Pyros en 1993 fue la de no quedarse solo en las apariencias de las diversidades sexuales. Lo buga, bisexual o gay, lo drag, lo andrógino, era deslizado a profundidades inquietantes en las que el deseo humano y el pánico colisionaban eróticamente. Como sucedía en el video de «Sadness». El track que abría su álbum debut y homónimo de 1993. La cámara giraba alrededor de uno de los performances más sangrientos de Ron Athey, el extremista artista visual de Los Ángeles. En él, dos chicas vestidas masculinamente hacían heridas en la espalda de Ron con un bisturí que a modo de lápiz dibujaba jeroglíficos cuya sangre con vih se transminaba a pedazos de tela blanca que terminaban colgados de un tendedero. Probablemente, el acto que determinó la influencia más recurrente del performance art de los noventa.

Después vino el video de «Cursed Female» que puso en la rotación de mtv la homosexualidad a ras de las calles del West Hollywood menospreciado. Excluida del cliché gay bien lustrado que cargaba las maletas de Liza Minnelli o Barbara Streisand. A veces pienso que ese video tuvo la culpa de mi homosexualidad. O por lo menos la despertó. El videoclip contaba la historia de un mozalbete con estricto peinado militar, bien fajado, pantalones caqui y botas industriales que cenaba sándwiches de mermelada con azúcar antes de salir a la caza de verga en patios traseros de lavanderías o bares de drag queens. Las imágenes me producían una angustia sexual que remataba en feroz excitación adolescente. Se dice que siendo niño, el escritor John Fante vio un borracho en la calle y desde entonces se propuso que de grande sería como ese desgraciado que se tambaleaba por las calles. Algo similar me sucedió con Porno for Pyros. No quería salir del clóset. Quería ser ese gay del «Cursed Female».

El sencillo más famoso del álbum debut fue «Pets». Un curioso fenómeno pues sonaba tanto en estaciones de radio pop como en frecuencias radicales y piratas. Tenía el encanto de un dulce envenenado. Como de lubricante comestible.

A partir de entonces desarrollé una obsesión con el proyecto más pervertido de Perry Farrell. Entendí que Porno for Pyros es el soundtrack de los fetiches que los humanos escondemos según nuestro termómetro de hipocresía. Tabúes que palpitan en nuestras gónadas y que el bajista Martyn LeNoble supo traducir con sus notas que corren como venas en las canciones de los Porno.

A diferencia de Jane’s Addiction, el proyecto de Porno for Pyros se gesta a partir de imágenes que promueven una espesa y retorcida sexualidad donde el placer adulto no topa con prejuicios y mucho menos reflexiones que buscan implantar culpas como nuevo cristianismo afrodisíaco. El nombre se le ocurrió a Farrell después de encontrar la publicidad de fuegos artificiales en una revista porno tipo Hustler.

Si existe la interiorización del otro hay poder. Y esa inevitabilidad le sugestiona a Farrell. Canciones como «Kimberly Austin» del misterioso Good’s God Urge editado en 1996 (que rompió las reglas determinadas por el propio Farrell pues su sonido es radicalmente opuesto al grunge travestido de su álbum debut; esta segunda producción suena como si Farrell y compañía, pero en especial el baterista Stephen Perkins, se convirtieran a un credo tribal adorador de los fluidos humanos), es una sombría balada que eleva las prácticas sexuales de alto riesgo a niveles de cursilería tribal en donde Kimberly tiene la femenina y filosa batuta de sometimiento. Probablemente la canción más peligrosa en la discografía de culto de Porno for Pyros, que solo dispone de dos álbumes.

Hasta ahora.

El verano pasado, DiStefano anunció en su cuenta de Instagram que Porno for Pyros se encontraba trabajando en nuevo material después de veinticinco años de disfunción eréctil. Se embarcaron en un par de presentaciones en vivo. Entre ellas un acto dentro del festival Lollapalooza 2022, cuya idea original nació de la mente de Farrell en 1990 y disponible en el canal de YouTube.

De todos los reencuentros que saturan el mercado, el de Porno for Pyros es el menos cursi y nostálgico. No voltean al pasado como un edén bondage. Quizás porque su perversión nunca alcanzó el fenómeno masivo de bandas alienadas a las cuerdas alternativas de principios de los noventa como las Breeders o los Smashing Pumpkins. Si bien «Pets» es una canción que a menudo se halla en el setlist de bandas de cóvers que tocan en cantinas hípsters o restaurantes de hamburguesas, muchos siguen creyendo que se trata de un inofensivo one-hit wonder. De hecho, la perversión sigue intacta. Lo vaticinaban en la misma «Pets»: los adultos estamos jodidos y los ancianos son como niños. Un ejemplo irritante: las coristas. Con sus shorts que promueven el estereotipo vulgar en un punto medio entre lo sadomaso y un tribalismo de empoderamientos amazónico. Mientras Farrell se dispone a besar pecaminosamente al guitarrista Peter DiStefano con la lengua babeando sudor y saliva pegajosa.

Perry Farrell es el ángel desterrado del cielo fluido.

Si la edad adulta es lo único que queda, no queda de otra sino sacarle provecho. La alineación original salió al escenario de Lollapalooza con cuerpos macizos, delgados y discursos de fetiches. Para seguir alimentando la adicción erótica se debe tener resistencia física. Si acaso Perry Farrell tiene la cara estirada como si se hubiera sometido a un par de cirugías estéticas. Por momentos me recordaba la inexpresión aseñorada de Alfredo Palacios. Lo cual haría aun más fascinante la condición andrógina de la banda y su líder. Cuya silueta flaca merece estar en el olimpo junto a otros dioses indefinidos y neutros como Troye Sivan, el inane de Sam Smith o Todrick Hall. Aunque Farrell está por encima de todos esos buitres deconstruidos. Su postura se basa en hechos palpables y no en reciclar los eslóganes publicitarios e inclusivos que circulan en redes sociales. Cuya deliberación se limita a la inmediatez, la moralina autocomplaciencia y la extensión de un tuit.

 

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