Bárbara Sánchez Kane

Abril 16, 2023

Por Ana León

 

Es mediodía y aunque el sol se encuentra en el cenit, su rayo no abrasa la banca amarilla que se encuentra enfrente de una puerta, que se parece a todas las puertas de las casas que se alinean antes de ella, una a lado de la otra, en esa tripa de concreto que forma un patio y que es parte del predio de la colonia Roma donde se encuentra el primer estudio —que no está en su casa— de la diseñadora Bárbara Sánchez-Kane. «Casa Yucatán» se lee en la banca amarillísima frente a la puerta. Uno de los pocos puntos de color de ese patio de paredes blancas y grises.

—Le pusimos Casa Yucatán porque el otro inquilino —estilista— es de Mérida también. Y es que Mérida no me deja. Me persigue. ¿Viste la pared de la casa de atrás? Es amarilla. Parece la pared de una casa de Mérida.

Y es así, la ciudad en la que pasó los primeros veintitrés años de su vida no la suelta, se cuela en su quehacer más allá de su voluntad, está en su forma de hablar; así como en su crianza católica, que se asoma a hurtadillas, o descaradamente, en las prendas que diseña, en ese juego de castigo y goce; de violencia y sumisión. Una práctica religiosa que dejó tiempo atrás, al igual que la ciudad de origen.

Una vez que se cruza el umbral y se entra a la casa, todo es blanco. Una pintura suya cuelga en una de las paredes de la entrada. Los rayones hacen eco de la idea que ha usado para definir lo que hace: «caos emocional». Hay que subir unas escaleras de madera en forma de caracol para llegar a la siguiente planta donde se encuentra una especie de showroom donde todo, en realidad, es muy ordenado. Las prendas de su nueva colección cuelgan de un par de racks. Mucho negro, algo de verde, más de rojo; un poco de rosa y café. Mucha piel también y el logo de su marca Sánchez-Kane, un par de piernas femeninas abiertas —diseño producto de un poema de una antigua pareja—, que se mezclan constantemente con logos de empresas (Telmex) o de instituciones (imss), aparecen en relieve sobre la piel.

—Se me hace muy interesante mostrar con un par de piernas qué se puede cambiar y qué tanto el cuerpo puede fluir. ¿Por qué nos tenemos que definir con algo? Hoy estoy en contacto con esto y no es como que estoy planeando un camino [...] Cuando te dejas ir no estás pensando mucho en el resultado y es mucho más real.

En la pared del fondo, sobre un par de repisas y en forma de una escultura pequeña dorada, están esas mismas piernas abiertas a las que acompañan ediciones de la revista francesa Purple Magazine, donde participó en la dirección creativa de un editorial de moda que se publicó en 2021; y otro número más que recién recibe, en el que publicó un estudio de caso sobre la plastificación de nuestros cuerpos y la lucha por el agua. Hay también unas botas blancas lustrosas rematadas con un par de cuchillas brillosas en las puntas y un florero con alcatraces, algunos secos, otros todavía vivos. Los alcatraces están presentes en parte de su trabajo. Aún no sabe por qué, antes pensaba que era un eco de la pintura tradicional mexicana, los famosos alcatraces de Diego Rivera, pero no. Tiene que ver más con la historia familiar, aunque aún no lo averigua del todo.

Bárbara camina con las manos dentro de los bolsillos de un overol azul oscuro con mangas y tenues rayas blancas; estilo masculino que acostumbra y que, más que un estilo, es una opinión. El cabello corto entre amarrado y alborotado; el tono en la voz de la gente que creció en la península. Se sienta sobre una cubeta de plástico que es parte de uno de esos diseños del estudio de caso que aparece en las páginas de la revista antes citada. El cuerpo humano y sus prótesis. Intereses que dejan ver su formación como ingeniera industrial. Formación a la que luego se sumarían los años estudiando diseño fuera del país, en Italia. Salir de la ciudad en la que nació y de sí misma, era importante para ella. Así que los veintitrés años, edad en la que dejó lo conocido para adentrarse en lo deseado, fueron importantes.

 

Bárbara Sánchez-Kane 1

Imagen cortesía de Bárbara Sánchez-Kane, 2021

 

De su trabajo se ha escrito que «resiste las nociones tradicionales de la mexicanidad y su relación con lo masculino y lo femenino» desde ese personaje que ha creado y al que llama «macho sentimental» y desde la «indisciplina». Pero hay también en todo eso un insistente cuestionamiento a la artista en sí, lo que hace y las ideas que hacen que lo diseñado no sea solo color, sino también sustancia. Diseño que va más allá de la moda (conceptual) que vende bajo la marca Sánchez-Kane y que se extiende al performance, la instalación, la escultura, la pintura y la poesía, estas últimas dos firmadas con el seudónimo Solrac.

Es de ese ejercicio con las palabras que arrancó la que fue su última colección y la que cuelga de los racks en este nuevo estudio.

—Las palabras son esos poemas que escribo bajo Solrac, que es mi seudónimo. Es el nombre de mi papá al revés, Carlos. Las pinturas también las firmo como Solrac. Tengo treinta y cuatro años y llevo unos diez años escribiendo bajo Solrac. Solrac también fue el seudónimo de mi papá antes de que lo vetaran por escribir sobre un amigo homosexual. Era Mérida, ¡imagínate!

Para presentar su más reciente colección —los primeros días del mes de abril— ha creado una especie de «opereta», como ella la define, que podría ser también un manifiesto, no está muy segura todavía, en la que se cuestiona directamente sobre su trabajo: —¿Quién es Bárbara?, ¿qué es Sánchez-Kane?, ¿qué está haciendo con esta deformación de objetos? El reflejo de las palabras llega a la ropa —dice—.

En las palabras, en lo que dice, cuando habla, Bárbara combina el español y el inglés constantemente; el lenguaje del mercado, de la industria de la moda y del arte; porque aunque haya mucho de creación, esto también es un negocio, uno en el que una de las prendas que cuelga de uno de los racks puede costar entre 1200 y 1300 dólares.

Pero volvamos a la creación.

—Desde que empecé a diseñar la gente decía «haces disfraces» y la manera en la que lo decían es como si esto —y señala sus prendas— no pudiera vivir en un mundo que no sea de fantasía; pero te puedes ir al Oxxo con esto. No veo que sea solo para artistas o para una editorial.

La alusión al disfraz no es casual. Se ha escrito que su propuesta es una «anomalía en el diseño mexicano», tan montado en reinterpretar la tradición y la mexicanidad; también que es «la representante del barroco kitsch». Más que moda, lo que diseña Sánchez-Kane son situaciones, situaciones en las que se cuestionan constantemente las identidades hegemónicas y se reivindican las identidades queer, la borradura total de lo que hasta hoy nos han dicho que es lo masculino y lo femenino.

 

Bárbara Sánchez-Kane 3

Imagen cortesía de Bárbara Sánchez-Kane, 2021

 

Y mientras el presente esté necesitado de seguir cuestionando esas convenciones y apelando a la fluidez de los géneros, el escenario al que da forma Bárbara Sánchez-Kane seguirá siendo eso: una fantasía. La fantasía en donde habita su «macho sentimental».

—Hay días en que me siento mucho más en contacto con mi parte masculina, y hay días que con las dos, y hay veces en que ya ni entiendo. Siempre bromeo con que tengo un chingo de personalidades. Con mi pareja también bromeo con eso. «Ahí está Carlos…». «Ahí está Bárbara…» —y ríe—.

 

Sentada con las piernas abiertas en uve, sorteando su propio diseño, los codos sobre las piernas, Bárbara dice:

—Cuando estás creando es mucha vulnerabilidad, es mucho sentimiento. Te pones afuera y es muy rudo ponerte a recibir críticas, sean buenas o malas. Puede lastimar a veces.

Y habla entonces de sus años de formación en el extranjero. De su inseguridad. La forma en que sorteaba las críticas de sus maestros en aquellos días y el reconocimiento de éstos de lo que podía comunicar más allá del dominio técnico. Y de la libertad que vino después de entender eso.

 

—Cuando te das cuenta de que la belleza es muchísimo más que lo que te enseñan a aceptar como bello, se permea entonces con brutalidad, miedo, fealdad y el repele de muchas cosas.

Su trabajo como artista se ha expuesto en Los Ángeles, en Nueva York, en Austria, en París y en Ciudad de México. Y entre sus más recientes colecciones están Latino Couture, que se presentó en el Museo Experimental El Eco; Las puertas al sentimentalismo y Artesanal Sexshop, por mencionar algunas de las seis que ha diseñado y que se mezclan con sus proyectos de arte donde también vive el «macho sentimental».

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